jueves, 2 de enero de 2020

LA FOTOGRAFÍA


Un inesperado suceso alborotó a toda mi familia la mañana de un sábado de 1993. Las carcajadas de mi madre se escuchaban muy fuerte. Me despertaron. Salí de mi cama para descubrir el porqué de tanto bochinche.

Mi baja estatura no ayudaba a poder ver bien qué era aquello que todos rodeaban. ¡Es una cámara! gritó mi padre y me la mostró.

Aquel modelo de 1993, era una cajita negra y rectangular de marca Kodak. Apenas la ví supe que tenía magia en su interior o al menos eso creía a mis 4 años de edad. Cuando  mi primo Lalo, apretaba uno de sus botones todos se quedaban inmóviles mientras un destello de luz salía de aquel aparato. 

La costumbre siempre era ir con mi mamá al mercado a comprar las provisiones para la semana. Pero aquel día todos nos alistamos con nuestra ropa de domingo en un sábado.

Mi padre usó pantalón crema y saco marrón. Mi mamá se esmeró en peinarme y eligió recoger todo mi cabello es dos colitas. Así se te ve más linda, me dijo. 

¿Ya están todos listos familia? Necesito revelar este rollo, dijo mi primo Lalo. Todos salimos al patio de la casa y los primeros en quedar petrificados por el "flash" fueron mis tíos. El pánico se apoderó de mí y corrí hacia mi cuarto. No podía permitir que esa luz controlara mi mente, no quería dejar de moverme. Me rehusé ante las súplicas de mi mamá para que saliera.

Finalmente mi papá entró a mi cuarto. Aún no lo comprendes pero con una foto recordarás tu niñez,  dijo mientras acariciaba mi cabeza. Su tranquilidad y su mirada calmaron mis miedos, entonces me tomó entre sus brazos y me alzó diciendo “upa”.

Sin embargo la tranquilidad me duró muy poco y el miedo nuevamente apareció cuando llegamos al patio. Toda mi familia gritaba mi nombre, haciéndome gestos raros, mostrándome mis muñecas y peluches para que fijara mi vista al lente. No lo hice y posé mi mirada en el árbol de la casa.

Sentí que mi papá se quedó inmóvil  y su sonrisa también. A los pocos segundos me bajó y yo eché a correr a mi cuarto, esta vez no volvería a salir.

Veintiséis años después de aquel suceso, mientras mi mamá ordenaba su cuarto encontró un viejo papel. Me lo mostró y entonces recordé el miedo absurdo que tuve. Al final mi papá tenía razón. Gracias a la fotografía pude recordar esta historia de mi niñez.

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