viernes, 14 de febrero de 2020

FRÍO EN VERANO

Luces, torta, bocaditos, tragos, música. Todo estaba listo para la fiesta de Julio. Me tomó un par de horas adornar la terraza y acomodar las sillas. Las gotas de sudor bañaban mi rostro. A pesar que estaba al aire libre el calor era imperante.

Finalmente ante mi impaciencia. Odio la impuntualidad. Mis cinco amigos, entre ellos el cumplañero, llegaron. Sentí mucha alegría de verlos. Desde que salí del hospital no pensaba en otra cosa que en este momento.

El ambiente era cada vez más sofocante mientras pasaban los minutos. Sin embargo todos nos divertíamos, cantábamos y reíamos como locos.

De pronto escuchamos pasos en las escaleras y nos quedamos atónitos ante la presencia de una vieja amiga.

Laura  vivía en Italia desde hace 5 años y hoy estaba parada frente a nosotros. Se le notaba cansada pero luego sonrió. Gritamos al unísono de la emoción de volver a verla. Y la rodeamos riendo y llenándola de preguntas.

La fiesta de cumpleaños además se convirtió en una de bienvenida de Laura. Era raro verla estaba igual como la recordábamos. Vestía un short y una blusa celeste y sandalias. Seguía conservando su cabello largo. Sin embargo había algo raro en ella. Se sentó en uno de los sillones y alzó los brazos suspirando. Se le notaba muy cansada.

Un inusual frío empezó a recorrer el lugar, al inicio nos agradó la ráfafa de viento, pues el calor era insoportable, pero luego se tornó incómodo y empezamos a enfriarnos. Entonces el momento del baile había llegado. Laura tampoco salió a bailar. La tomé de la mano pero puso un gesto de cansancio. Es el largo viaje pensé.

Seguimos riendo mientras demostramos nuestros mejores pasos de baile. Apareció el Grupo 5, Armonia 10, los merengazos de oro, la salsa cubana, la “Lola Lola” y hasta nos animamos a recordar las coreografías de Axe Bahía. Noventas presente siempre. 

Baje un momento para ir al baño y recién ahí pude notar el cambio temperatura. En la terraza estaba muy fresca pero hasta llegar a mi piso empecé a sudar y a sentir mucho calor. Me refresque y luego subí corriendo a seguir en la fiesta y a sentir nuevamente el ambiente fresco.

Me acerce a Laura que seguía como media dormida en el sillón. Noté que estaba muy fría. Me miró y yo le dije que estaba muy feliz de volver a verla. La abracé muy fuerte. Inmediatamente varios escalofríos recorrieron mi cuerpo. En ese instante un miedo terrible me invadió. Era absurdo pensarlo entonces lo dije en voz alta.

  • Chicos se han dado cuenta que Laura está muy fría, si no la pudiéramos tocar diría que está muerta. 

La risa fue general. Sin embargo con mi comentario la curiosidad invadió a mis amigos y algunos quisieron tocar a Laura. Lo hicieron. Le decían estás muy fría, te sientes bien, te traigo mejor algo caliente, etc. 

Laura sin decir ni una palabra se paró y  bajó al baño. Apenas se fue el ambiente se volvió cálido y empezamos a sentir mucho calor. Incluso empezamos a sudar. Julio dijo:

  • Chicos creo que Laura está muerta porque apenas se fue el frío se fue con ella. Que miedo. Buuuu. Dijo Julio riéndo.
  • ¿Por cierto quién le abrió la puerta a Laura? pregunté.
  • Seguro el portero le abrió y subió muy despacio, dijo Patty.
  • Y ¿se han dado cuenta que no ha bebido ni comido nada? , dijo Sandro.
  • Jajajaja ¿Qué está pasando, por qué seguimos con esta conversación? ¿Acaso creen que es un fantasma que nos vino a visitar?, maduren por favor, dije.
  • Ay no sé pero ya me dio miedito y si Laura no aparece en cinco minutos me va a dar algo, dijo Julio.

Pasaron 5, 10, 15 minutos y Laura no aparecía. La música estaba baja y todos sentados sin hablar. En serio nos asustamos. Como organizadora de la fiesta, me arme de valor y les dije:

  • Iré a buscarla, quizás algo le pasó y necesita ayuda.
  • Llámala al celular, dijo Patty
  • Acaba de llegar al país, aquí no funciona su mismo número. 

Debo reconocer que mientras bajaba por las escaleras sentí miedo. Llegué hasta el baño y no estaba. La escuché llorar. Estaba en mi cuarto. La luz tenue de una lámpara alumbraba mi habitación. Me acerqué y ví que observaba una fotografía mía.

  • Te extraño, porque te fuiste, dijo mientras lloraba.

Entonces volví a sentir, frío. Sentí pánico. Corrí hasta la terraza para decirle a mis amigos que Laura estaba loca, que algo le pasaba, pero no había nadie. Ni luces, ni torta, ni bocaditos, ningún trago, nada.

Sólo encontré un recorte de periódico que decía:

JOVEN CON ESQUIZOFRENIA SE LANZÓ DEL CUARTO PISO AL ENTERARSE QUE SUS AMIGOS MURIERON EN UN ACCIDENTE DE TRÁNSITO

Camila Ramírez Gutiérrez, una joven de 23 años se lanzó del cuarto piso de su apartamento al enterarse que sus amigos fallecieron en un accidente de tránsito en las afueras de la ciudad.  Camila, quien sufría de esquizofrenia, preparaba una fiesta de cumpleaños para Julio Soto (21) quién también falleció en la volcadura del vehículo. Ese mismo día Laura Rivas, una amiga del grupo, regresó de su viaje a Italia encontrando el triste escenario. 
“Después de lo sucedido siempre subo a la terraza y me imagino como hubiera sido aquella fiesta que nunca se concretó” dijo Laura a la prensa muy conmovida.

lunes, 20 de enero de 2020

UNA HISTORIA DE AMOR


“Qué difícil es cuando las cosas no van bien…” Su melancólica mañana iniciaba apropósito con el tema de José José. Su alma masoquista quería recordarse a cada instante el amor que perdió.

Todo pasó tan rápido, estaba atrapado. Una sonrisa, un hola, una solicitud de amistad aceptada en Facebook. Así empezó todo. Luego llegó un almuerzo, una salida al cine, unas flores amarillas, la clásica “pela en casa”, un beso, una caricia, un sentir. Nació un amor.

Un mal gesto, una tardanza, un pensamiento político, un vicio, una dependencia, un comentario inmaduro, un capricho  y muchos defectos más salieron a flote y provocaron las primeras vanas peleas. Pero se pudo sobrevivir el amor seguía ahí.

Siguieron los sueños, los viajes, los planes, los nuevos retos, pasó un año, dos, tres, cuatro, más pasión, más amor, más todo. Eran una sola alma. Eran todo. Era el clímax de la relación. Más flores amarillas adornaban su cursi amor.

Un tonto mensaje de texto provocó un ataque de celos. Los celos trajeron inseguridades. Y la inseguridad depresión. La depresión trajo rabia y la rabia trajo el primer insulto que dejó la primera herida no física, esa que dispara el alma. La agresión nació.

Los años seguían pasando. Sus encuentros se volvieron rutina. La agresión verbal continuó creciendo. Se instaló con todo su abecedario. Se volvió normal. El amor perdió su esencia y se convirtió en costumbre. Llegó un día que todo colapsó. Y cuando las heridas estuvieron a punto de convertirse en físicas,  ambos corazones ya no pudieron soportarlo más. Uno de ellos huyó.

Quiso recuperar el tiempo perdido. Quiso buscarla. Quiso reconstruir lo que ambos destruyeron pero jamás se animó a hacerlo. Las palabras hirientes aún retumbaban en sus oídos. La herida casi física lo lleno de vergüenza. Ganó el orgullo y la desolación se instaló en él.

Un día despertó con una pizca de esperanza. Sabía que “el que ama no puede pensar todo lo da y el que quiere pretende olvidar y nunca llorar” Y él la amaba. El orgullo tomó un descanso y un creciente júbilo lo impulsó a buscarla. Sin embargo al llegar a su casa las flores amarillas que llevaba contrastaban con los trajes oscuros del gentío. Ya era tarde. Ella había partido.

jueves, 16 de enero de 2020

EL SALVADOR

Sintió como una mano la cogió del brazo empujándola hacia delante. Inmediatamente empezó a temblar y su rostro empalideció.



Silvana estaba agachada lavando la ropa de la familia. Era un poco complicado hacerlo pues su inmensa barriga de 8 meses de gestación no le daba la agilidad suficiente que añoraba.

Su hija de 9 años realizaba las tareas diarias de la escuela mientras su esposo terminaba de arreglar una instalación eléctrica en el hogar.

A finales de los 90, Silvana como millones de madres peruanas de clase media baja, lavaban la ropa a mano. Ella acompaña su faena con música. Agua Marina, Armonía 10 y Ruth Karina cantaban sus grandes éxitos en la hoy desaparecida Radio Fuego.

La parte más complicada del lavado para ella era el enjuague. Tenía que arrojar toda el agua de la tina hacia el desagüe para poder llenarla con agua limpia. Debido a su estado, siempre llamaba a su esposo para que él cargara la pesada tina por el pasaje que llevaba hacia el hueco del desagüe.
Sin embargo, Silvana recordó que su esposo estaba manipulando las instalaciones eléctricas y creyó que no era conveniente que regrese a su labor con las manos húmedas. Pensó en su hija de 9 años pero la muy renegona no le gustaba que la interrumpan cuando estudiaba. Esta chancona de mierda, murmuró Silvana entre molesta y orgullosa.

Como buena chola trabajadora y guerrera, ella misma alzó la pesada tina. Caminaba despacio tratando de mantener el equilibrio pues los 2 kilos 800 de su bebé eran un peso adicional. Se demoró 20 segundos llegar hasta el buzón del desagüe. Se agachó para botar el agua sucia y justo cuando estaba por erguirse una patadita del bebé hizo que perdiera el equilibrio.

Sintió como una mano la cogió del brazo empujándola hacia delante. Inmediatamente empezó a temblar y su rostro empalideció.

Mamá ¿qué te ha pasado?, preguntó su hija asustada mientras llamaba a gritos a su padre. Armando bajó del segundo piso. Pensó que se había caído. ¿Qué ha pasado mujer? Gritaba mientras Silvana seguía temblando. A los pocos segundos las primeras palabras entrecortadas salieron.

Un…una ma...mano. Una mano. Me ha empujado una mano y no hay nadie ahí. Me ha tocado un muerto. ¡Un muerto! gritó desesperadamente.

Su esposo salió corriendo hacia el pasaje de la casa en donde el buzón del desagüe seguía abierto. Lo tapó. Luego a viva voz lanzó todas las lisuras conocidas y aquellas que su hija recién pudo conocer.

Ya está. Dijo Armando orgulloso de haber “espantado” al muerto, fantasma, ser, alma o como se quiera llamar. Con las lisuras las almas se van de la casa y ya no nos molestarán, dijo más tranquilo intentado calmar a la pequeña chancona que abrazaba a su madre y acariciaba a través de la panza a su hermanito.

Una hora más tarde. Silvana, más calmada, repasó en su mente lo ocurrido. Se revisó el brazo por si había una marca. Las creencias que heredó de su familia decían que cuando te agarraba un muerto te aparecen como moretones. No había marca, ya no había susto.

De pronto una nueva patadita de su bebé iluminó su mente. ¡Me ha salvado! Gritó Silvana. Yo había perdido el equilibrio y sino fuera por el empujón me hubiera caído en el buzón. ¡Me ha salvado! Y quizás pude haber lastimar a mi bebé, les dijo a su esposo e hija. Luego de aquello la familia hizo una breve oración agradeciendo a aquel fantasma salvador y disculpándose por no saber entender lo ocurrido. Sobretodo Armando que no habló lisuras en mucho tiempo.

jueves, 9 de enero de 2020

EL IMPACTO

Fue un golpe seco que coincidió con el toque final de la batería en la canción “The Trooper” de Iron Maiden. Rápidamente se sacó los audífonos. Tardó unos segundos en darse cuenta que una joven, de pequeña estatura, estaba en el suelo desconcertada y con el rostro rojo de la vergüenza.

Todo ocurrió en una esquina. El metro ochenta y siete de Armando chocó con el metro cincuenta y dos de Vanessa. Los 35 centímetros de diferencia en talla no fueron impedimento para una atracción inmediata.

- ¿Estás bien?
- Sí, sí, decía Vanessa aún con el rostro rojo mientras recogía, un labial, un lapicero y una libreta que salieron de su cartera tras el choque.
- Lo siento muchísimo estaba muy distraído y concentrado en mi música, en serio discúlpame, dijo apenado Armando mientras la ayudaba a recoger sus cosas.

Ya reincorporados Armando y Vanessa se presentaron y se rieron un poco de la situación. Juntos caminaron por unas cuadras hasta la avenida principal donde Vanessa esperaba el Bus Azul. Ya casi eran las once de la noche pero afortunadamente el bus hizo su aparición.

- Gracias por acompañarme Armado.
- No nada, más bien nuevamente disculpa espero no te hayas lastimado.
- No todo bien. Fue una loca experiencia.
- Sí, jajaja nunca me había pasado.

Antes de abordar el bus Armando ya le había pedido su número de teléfono a Vanessa que se lo dio sin mayor reparo. La vio alejarse dentro del bus y pensó que la forma tan inusual de conocerla era la señal que tanto tiempo andaba esperando.

Tras ese primer encuentro Armando y Vanessa se fueron al cine, fueron a bailar, jugaron Play Station, volvieron a ir al cine y planearon juntos un viaje. Se habían enamorado. Todo esto imaginado por Armando se esfumó al prender el televisor.

Impactado e incrédulo observaba la pantalla. Un Bus Azul fue atacado por unos delincuentes. Varios pasajeros habían sido baleados. El rostro de Vanessa apareció como una de las víctimas mortales. 

jueves, 2 de enero de 2020

LA FOTOGRAFÍA


Un inesperado suceso alborotó a toda mi familia la mañana de un sábado de 1993. Las carcajadas de mi madre se escuchaban muy fuerte. Me despertaron. Salí de mi cama para descubrir el porqué de tanto bochinche.

Mi baja estatura no ayudaba a poder ver bien qué era aquello que todos rodeaban. ¡Es una cámara! gritó mi padre y me la mostró.

Aquel modelo de 1993, era una cajita negra y rectangular de marca Kodak. Apenas la ví supe que tenía magia en su interior o al menos eso creía a mis 4 años de edad. Cuando  mi primo Lalo, apretaba uno de sus botones todos se quedaban inmóviles mientras un destello de luz salía de aquel aparato. 

La costumbre siempre era ir con mi mamá al mercado a comprar las provisiones para la semana. Pero aquel día todos nos alistamos con nuestra ropa de domingo en un sábado.

Mi padre usó pantalón crema y saco marrón. Mi mamá se esmeró en peinarme y eligió recoger todo mi cabello es dos colitas. Así se te ve más linda, me dijo. 

¿Ya están todos listos familia? Necesito revelar este rollo, dijo mi primo Lalo. Todos salimos al patio de la casa y los primeros en quedar petrificados por el "flash" fueron mis tíos. El pánico se apoderó de mí y corrí hacia mi cuarto. No podía permitir que esa luz controlara mi mente, no quería dejar de moverme. Me rehusé ante las súplicas de mi mamá para que saliera.

Finalmente mi papá entró a mi cuarto. Aún no lo comprendes pero con una foto recordarás tu niñez,  dijo mientras acariciaba mi cabeza. Su tranquilidad y su mirada calmaron mis miedos, entonces me tomó entre sus brazos y me alzó diciendo “upa”.

Sin embargo la tranquilidad me duró muy poco y el miedo nuevamente apareció cuando llegamos al patio. Toda mi familia gritaba mi nombre, haciéndome gestos raros, mostrándome mis muñecas y peluches para que fijara mi vista al lente. No lo hice y posé mi mirada en el árbol de la casa.

Sentí que mi papá se quedó inmóvil  y su sonrisa también. A los pocos segundos me bajó y yo eché a correr a mi cuarto, esta vez no volvería a salir.

Veintiséis años después de aquel suceso, mientras mi mamá ordenaba su cuarto encontró un viejo papel. Me lo mostró y entonces recordé el miedo absurdo que tuve. Al final mi papá tenía razón. Gracias a la fotografía pude recordar esta historia de mi niñez.

martes, 14 de mayo de 2019

LA ULTIMA VEZ


Fue una noche tensa. Los insultos salieron de mi sin control y en cada uno de ellos, sin darme cuenta, iba golpeando tu ya cansado corazón. No tuve el valor para acercarme a nuestro cuarto, ni siquiera pude volver a mirarte a la cara. Me quedé aquí sentado, solo en el sofá pensado ¿En qué momento todo se desmoronó? El sueño me venció y recostado sentí tu calor. Un beso tibio me alivio. Sabía que habías sido tú. Sabía que en la mañana todo volvería a ser como antes. Sin embargo cuando logré despertar de mi trance corrí hacia ti y ya no te vi. Desesperado te busqué, te llamé y recordé tu beso tibio que ahora me sabe a despedida ¿Dónde estás querida? Mi linda niña. No escucho tu risa y anhelo volver a escuchar tu voz. Te olvidaste que al irte no solo te llevaste mi alma también se fue contigo mi razón. Ojala el Dios del cielo me ofrezca una oportunidad para poder volver a abrazarte, a sentirte, a tocarte y a pedirte perdón pero ahora sé que es muy tarde. Extremadamente tarde.
Decidiste tomar el avión a la eternidad desde el décimo piso sin mirar atrás, olvidándote de nuestros sueños, anhelos ¿Por qué demonios me quedé dormido? Acaso ¿pude haber hecho algo más? Nada podrá sanar mi corazón herido solo guardó arrepentido las frías y falsas palabras que salían de mí sin sentido mientras el desolado tono de tu voz, me lloraba repitiendo: Ya no me insultes más mi amor.

lunes, 4 de marzo de 2019

DESCONTROL

Llorando por la humillación, la vergüenza y el dolor físico, Sandra volteó a su izquierda y encontró el horror reflejado en un espejo. Un ojo morado, el labio partido y el cabello alborotado la convirtieron en un dígito mas de la enorme lista de mujeres maltratadas.

¿Cómo pude llegar a verme asi? Se cuestionaba, mientras que su mirada se posó sobre el celular destruido de su esposo que yacía sobre el suelo, aquel aparato tecnológico  en donde depositó todo su odio y al cuál culpó por lo sucedido.

Tres horas antes la situación era diferente. Como todas las noches, Jaime estaba frente al televisor dejando pasar una película mientras estaba muy concentrado en su celular. En cada deslizamiento de su dedo por la pantalla reía a carcajadas. De pronto el deslizamiento de un dedo se convirtió en pequeños toques con sus pulgares. 

Otra vez está chateando y muy contento. Pensaba Sandra quien estaba frente a él barriendo pero Jaime no advirtió su presencia y mucho menos los celos que emergían de ella. 

Jaime seguía riendo mientras que un escobazo lo alejó de su celular. Se percató que su esposa, roja de rabia, gritaba muchas cosas que no pudo entender. 

¿Por qué botas mi celular? Le increpó mientras se agachaba a recogerlo. Mientras lo hacía otro escobazo llegó, esta vez en su cabeza. 

¡Sé que me estás engañando con otra mujer! Mucho chateas, te ríes y nunca me ayudas en la casa. Aparte de flojo eres un infiel y te odio, le dijo. 

Terminadas estas palabras. Sandra se abalanzó sobre Jaime e intentó golpearlo. Pero su metro cincuenta de estatura y sus 45 kilos no le ayudaron en su cometido. 

A estas alturas Jaime ya había acumulado suficiente cólera como para explotar en cualquier momento. 

Al no poder golpearlo, Sandra se dirigió al celular que aún seguía en el piso, lo tomó y con todas sus fuerzas lo golpeó sobre la pared hasta quedar inservible. 

Aquello fue demasiado para Jaime y cegado por la rabia abofeteó tres veces a Sandra quien terminó tumbada y con el labio partido. 

A pesar de que Jaime le doblaba en peso, ella buscó la manera de enfrentarlo. Entonces vio una lámpara que estaba sobre la mesa, la tomó y  sin dudar y se la lanzó. 

No tuvo buena puntería. Mientras, si Jaime antes tenía cólera ahora tenía furia, estaba rojo de ira. Impulsado por todos esas sensaciones le lanzó un puñete mientras la tildaba de loca, de enferma de los celos. 

El sonido de las palabras se fueron apagando para Sandra y luego todo entró en oscuridad. 

La cordura regresó a Jaime al verla inmóvil, tumbada en el piso. ¿Qué he hecho? Se repetía mientras intentaba reanimarla. Rendido, salió corriendo de la casa. 

Tres horas más tarde Sandra despertó y vio el horror frente al espejo.

FRÍO EN VERANO

Luces, torta, bocaditos, tragos, música. Todo estaba listo para la fiesta de Julio. Me tomó un par de horas adornar la terraza y acomodar l...