martes, 11 de noviembre de 2014

El Abuelito



Me imagino cómo sería mi vida si llegará a los noventa años. Con mis primeros pensamientos más superficiales me veo horrible y llena de arrugas. Luego lo pienso mejor y me veo rodeada de nietos haciéndome cariño.

-          ¿Quién ha apagado el televisor?

-          Seguro ha sido el abuelito.

-          Pero si estoy viendo, no puedo pestañear un rato y encima lo desconecta.

Unos pasitos cortos pero rápidos se oían venir desde el pasillo.

-          ¿Qué tanta bulla están haciendo?

-          ¿Por qué apagas el televisor?

-          Nadie está viendo se gasta la corriente, carajo.

Ése era el abuelito. Inmediatamente después de renegar su rostro cambió completamente para regalarme una sonrisa.

-          ¿Cómo estas hijita, cómo están tus papis?

Esa es la pregunta que siempre abre nuestra breve conversación.

-          Bien, señor muchas gracias.

Se da media vuelta y con sus pasitos cortos pero rápidos se aproxima a uno de los muebles y se sienta a no hacer nada.

Es delgadito, su rostro está lleno de arrugas, su cabello está cubierto de canas pero su fortaleza es envidiable.

-          Ser anciano es lo peor que puede pasar, todo me duele – me dijo quejambroso.

-          Pero usted está fuerte – le grito pues es algo sordo.

-          No hijita, me duele todo, mi espalda, mi cadera, ser viejo es una desgracia.

Una desgracia pensé. Qué profunda es esa palabra, definitivamente no quiero llegar a los noventa y sentirme así.

Nuevamente mi mente viaja en el tiempo y tengo 90. Pienso en mi caminar lento, en que quizás mi visión esté peor, me imagino tomando el tren eléctrico y que nadie me seda el asiento, pienso en las largas colas en el hospital y en mi encuentro diario con la farmacia. Me imagino alimentado a un perrito que quizás se convierta en mi única compañía.

-          Cómo la extraño a mi amor – me dice en un suspiro el abuelito y continúa – Ella ya se fue al cielo y yo la extraño mucho, ya sin ella para qué vivir.

-          No diga eso abuelito usted va a vivir cien años más.

Me miró sonriente y se puso a reír. Luego con sus pasitos cortos pero rápidos se fue a su habitación. Y en el camino nuevamente lo gruñón apareció.

-          ¿Por qué no le han dado de comer al perro?

-          Ya comió papá.

-          Su plato está vacío.

-          Que ya comió papá.

Y molesto salió al patio con el plato de comida del perro para darle nuevamente de comer caminando con sus pasitos cortos pero rápidos.

2 comentarios:

  1. Debe ser muy duro tener esa edad, en el aspecto de que poco a poco vas perdiendo todas tus fuerzas y el mundo de va dejando de lado. Sin embargo la palabra 'horrible' no debería caber en tu narración, la vejes es mucho más que eso -no lo sé, me imagino que también lo busco inconscientemente-. No obstante, yo a esa edad no voy a ir al Metro pues sabiendo que quizá no me cedan asiento, el mundo es cada vez es más cruel...Me marcho a una casa en el campo o en el mar a disfrutar de la naturaleza y vivir de lo que siembren mis manos, me voy a vivir de verdad...

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