-
¡Mátala mierda! Esta hija de puta te quiere
vender.
-
¡Dispárale, huevón de mierda!
-
Las voces de sus hermanos lo aturdieron. Cuatro balazos acabaron
con la discusión.
Eran 3 amigos, eran delincuentes y también eran hermanos de
sangre. La vida nunca fue fácil para ellos. Crecieron viendo a su madre
prostituirse y siendo maltratada por muchos hombres gritándole: ¡Zorra! ¡Perra!
Y demás apelativos ofensivos que llenaban de odio, rencor y un profundo vacío en
sus corazones.
Luis Alfredo, Luis Gabriel y Luis Guillermo eran “Los Luchos”.
Su madre, Sandra, les puso Luis en honor al abuelo que la crió. Él era lo único
bueno que tuvo en su vida hasta su muerte cuando ella tenía 15 años.
-
¿Qué pasó con tu padre? Le preguntó un policía a
Luis Alfredo, el hermano mayor de 12 años.
-
A ti que chucha te importa policía maricón.
-
¿Matoncito te crees? Hijo de perra eres.
A pesar de la miseria de sus vidas, Los Luchos eran una
familia unida. O al menos eso se creía.
-
A mí me importa una mierda lo que los demás
digan de ustedes, no les hagan caso a esos hijos de puta que sólo viven del
chisme, nosotros somos una familia y la familia siempre está unida.
¿Entendieron mierdas?
-
Si mamá – dijeron en coro.
-
El colorido lenguaje lo heredaron de su madre. La mujer
estaba resentida con la vida. Era una drogadicta. El trabajo en el burdel no le
alcanzaba para sus vicios, por eso mandó
a sus hijos a la calle a “trabajar”.
Aunque eran unos niños, Los Luchos eran expertos delincuentes “de al
paso”, robaban carteras en las esquinas, cogoteaban a los escolares para robar
sus propinas y saqueaban de vez en cuando algún puestito del mercado. Una vez
le robaron una pistola a un policía y la escondieron para una ocasión especial,
decían.
Luis Guillermo el menor de ellos tenía sólo 5 años. Su madre
impulsada por obtener más dinero para sus vicios, decidió mandarlo a la calle a
los 4 años. El pequeño apenas se daba cuenta de las cosas. Sólo servía de campana mientras sus hermanos cometían los atracos.
-
¿En qué momento llegamos a esto? ¡Mierda!
-
¿Te puedes calmar un poco huevón?
-
¿Cómo chucha me calmo? Esta vieja reconchesumare
nos ha metido el puto dedo todo este tiempo.
Luis Guillermo no decía palabra
alguna, sólo observaba atento a sus hermanos mayores que se debatían que hacer
con la mujer que tenían al frente. Estaba maniatada y le habían puesto un trapo
en su boca. La mujer lloraba desconsoladamente.
-
¿Cómo la descubriste?
-
La muy perra iba a esperar que el Guillermo cumpla
siete años para vendernos a unos pedófilos de mierda. La escuche hablando por
teléfono. Tenía todo planeado.
El pequeño no entendía que significaba “pedófilos”, lo único
que sabía era que sus hermanos estaban muy enfurecidos. Entonces fue en
búsqueda de la pistola escondida. Estaba debajo de la cama. La tomó entre sus
pequeñas manos y se apareció delante de ellos.
-
¡Mierda!, Luis Guillermo deja eso sobre la mesa-
dijo Luis Gabriel
-
Tranquilo hermanito, dame esa pistola con eso no
se juega ¿recuerdas? – Luis Alfredo intentó calmarlo.
-
Este huevón no entiende nada.
De pronto Luis Alfredo intentó usar la psicología inversa.
-
¡Mátala mierda! Esta hija de puta te quiere
vender.
-
¡Dispárale, huevón de mierda!
Las voces de sus hermanos lo aturdieron. Cuatro balazos acabaron
con la discusión.
Cuando la policía llegó a la casa, encontró a Sandra maniatada con un trapo en la
boca, frente a ella sus dos hijos mayores muertos a balazos. No había ningún
rastro del hijo menor. Luis Guillermo había desaparecido.
Literatura de la violencia. Me sorprende que en momentos en que se respira aires feministas y en la lucha contra la violencia a la mujer, sea precisamente una mujer quién violente a sus propios personajes de esa manera. Violencia de mujer a mujer. ¿Son estos los temas que debe enfocar los aspirantes a escritores? ¿No hay temas más positivos?
ResponderEliminarTemas y opiniones hay muchas. Este es un relato de ficción que muestra algo de nuestra realidad. El hecho que sea mujer no me hace feminista y mucho menos inmune en hablar de violencia. Gracias por tus comentarios Jael. Saludos
ResponderEliminarEl tema va en función de lo que siente el escritor y el tipo de lector con el que quiere conectar. ¿A qué tipo de lector le quieres presentar estos personajes marginales, violentos y sin valores, como parte “de nuestra realidad”? ¿Qué sentimientos propios tuyos estas plasmando? ¿Qué es lo que quieres decir?
EliminarEscribo lo que me provoca escribir en funcion a lo que me provoca decir, también creo ficción en temas sociales, suspenso, amor y terror. El tipo de publico? Para todos los que esten dispuestos a leer. Esto es CallesDesnudas. Desnuda la mente, la vida, el alma y el cuerpo como quieras verlo Jael. Gracias por los comentarios
Eliminar«Escribo lo que me provoca escribir en función a lo que me provoca decir». Vuelve mi pregunta ¿qué estás tratando de decir?
EliminarOh, me llegó una notificación al gmail, sobre un comentario eliminado. Me aconsejabas que lea a «Santiago Roncagliolo o mejor aún a Fernando Ampuero». Fíjate que si los he leído. De Roncagliolo leí Pudor y de Ampuero, El Enano, por citar algunos. Y te puedo asegurar que ninguno de ellos tiene algún texto de 600 palabras aprox. donde aparezcan 4 veces la palabra perra, 4 veces la palabra puta y 10 veces la mierda. Para escribir sobre violencia no basta con el lenguaje vulgar, yo te recomiendo mucho a la escritora inglesa Poppy Z. Brite y su novela El arte más íntimo, sobre un asesino homosexual, caníbal y necrófilo.
EliminarEscribo lo que me provoca escribir en función a lo que me provoca decir. Eso digo... Saludos gracias por la autora recomendada.
Eliminar¡El final me sorprendió!
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